Podrían escribirse innumerables palabras sobre las cualidades de Mabel Acosta, pero aun así sería imposible abarcar todo lo que la define. Lo que se puede decir de ella proviene de experiencias personales: Mabel es esa mujer que te invita a su casa sin conocerte, que te pasa a buscar en la terminal de ómnibus bajo la lluvia y te recibe en su mesa con mates, chipas y sus historias. Te trata como si fueras de la familia, te ofrece una cena, abre un buen vino traído de algún viaje y te da un lugar donde pasar la noche. Es madre, esposa y militante —en ese orden, como ella misma aclara— y su vida está marcada por la fe, el compromiso con la justicia social y el cooperativismo.
Una mujer de fe con obras
Nació en el pequeño pueblo de Caraguatay, Misiones. Esta mujer encarna el espíritu de lucha forjado en la adversidad, el mismo que caracteriza a las generaciones de su familia, campesinos de origen paraguayo. Con una infancia marcada por el exilio y la pérdida, ha canalizado sus experiencias para convertirse en una figura clave en las luchas sociales de su región. En particular en la defensa de los derechos de los productores yerbateros.
Desde chica, supo lo que era enfrentar la adversidad. Junto a su familia, campesinos excluidos durante la dictadura, se vio forzada a exiliarse en Paraguay durante los años 80, luego de que su padre se enlistara en la Guerra de las Malvinas. Su regreso a la Argentina tras el retorno de la democracia fue doloroso: “Ya no teníamos tierra, no teníamos nada”, recuerda.
Uno de los momentos más duros de su vida llegó con la trágica pérdida de su hija a los 9 años, un dolor que la llevó a redescubrir su fe y a volcarse en el trabajo social. La militancia se convirtió en su motor: “Siempre fuimos del lado izquierdo de la vida, desde mi bisabuelo en Paraguay”, relata con convicción.
Mabel es una mujer con una mirada analítica muy profunda y con una llegada al territorio que le da la virtud de describir la realidad de los diversos sectores sociales con datos y estadísticas, gracias a su profesión de encuestadora. “Considero que hay dos problemas muy fuertes en nuestro país: la falta de sentido de pertenencia y la idea de que el ser social no tiene que comer, no puede tener un auto”. Estos estigmas, como ella los llama, han sido terreno fértil para lo que hoy se vive en Argentina. “No tenemos sentido de pertenencia, no amamos a nuestro país como deberíamos. Además, ser un agente social o un militante no significa que no puedas tener nada, que todo lo que tengas, lo debas repartir. Creo en el derecho a una vida de trabajo bien remunerada para todos”, explica.
Otra cuestión en la que basa su análisis, fundamentado en sus vivencias en el territorio, es el daño que genera el machismo en la sociedad: “En estos últimos tiempos vi muy fuerte el machismo, el económico, el social. El machismo en todo sentido. Para mí, este mal se traduce en familias infelices y en una sociedad tirana que reproduce injusticias para las mujeres”.
Su rol social basado en el cooperativismo
Con la cooperativa Agrícola Río Paraná, perteneciente al MAM (Movimiento Agrario de Misiones), Mabel ha ayudado a consolidar no solo un espacio de producción, sino también un lugar donde las personas encuentran un sentido de pertenencia y apoyo mutuo. Con la materialización de su yerba emblema, Titrayju -Tierra, Trabajo y Justicia-, los recién lanzados mateocidos y la marca de yerba Tamandu, acompaña el fortalecimiento de la comercialización, uno de los mayores desafíos de las organizaciones sociales, pero también la clave para la autonomía de los pequeños productores.
Además, es una defensora del cooperativismo como herramienta de transformación. Por ello, a nivel nacional, con la cooperativa están asociados a FeCoFe (Federación de Cooperativas Federadas), entidad que representa a cooperativas agrícolas ganaderas tradicionales y a cooperativas productoras de alimentos elaborados. “Para mí, el cooperativismo es ayuda mutua, y si uno ejerce el cooperativismo, este mundo no estaría lleno de odio como lo está hoy”.
Con su trabajo en la agroecología, Mabel es una firme defensora del emprendedurismo local, promoviendo la creatividad y la innovación entre los pequeños productores. “Acá no se le da oportunidad al emprendedor”, lamenta, mientras explica la importancia de apoyar a quienes tienen ideas creativas para que puedan crecer y ser reconocidos.
Como mujer, es una luchadora por la equidad de género y se proclama orgullosa de su cooperativa, ya que cuenta con 7 mujeres de 11 titulares en la comisión directiva. “Para las trabajadoras de la tierra, nuestro rol estuvo destinado en el patio, cuidando animales, haciendo la huerta y no participamos en el producto de renta. Que ahora estén en la comisión directiva es un lujo; tener tantas compañeras de la chacra poniendo sus ideas y plasmando la vida en la toma de decisiones, me llena de orgullo”, expresa.
“Me considero nacida para aprender y enseñar”, dice Mabel, con una vocación de servicio que guía todas sus acciones. Desde su papel en la lucha yerbatera, hasta su labor en la agroecología y el cooperativismo, Mabel Acosta se ha convertido en una referente indiscutible de las causas sociales en Misiones y en todo el país.
Con su capacidad para unir a las personas y su firme creencia en la justicia social, sigue siendo una figura clave en la defensa de los derechos de los productores yerbateros y un ejemplo de cómo el compromiso con el prójimo y la fe pueden transformar realidades.
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